La semana pasada el presidente de la República, Gustavo Petro, dio unas polémicas declaraciones con respecto al sector de la infraestructura, clave para la economía del país. El primer mandatario afirmó que en las autopistas 4G “se tiran un poco de plata” y que estas “solo sirven para importar productos y matar la producción nacional”. Las aseveraciones presidenciales concluyeron que estos proyectos viales solo benefician “a los dueños del gran capital en Colombia”.
Es, cuando menos, desafortunado que el jefe de Estado se refiera de tal manera al programa de vías 4G, las más ambiciosas inversiones en infraestructura, que han beneficiado a diversos sectores, pero especialmente a las comunidades que las utilizan diariamente. Por ejemplo, el ministro de Transporte, Guillermo Reyes, señaló hace pocos días que la vía Pasto-Rumichaca, la más reciente 4G entregada, beneficiará a más de 884.000 habitantes en Nariño y esas comunidades fronterizas.
De hecho, de los 29 proyectos de este paquete de autopistas, se han entregado alrededor de una decena y, de acuerdo a la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), el avance en promedio de todo el paquete es de casi 70 por ciento, a pesar del fuerte impacto de la ola invernal en las obras. En el 2023, según la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), el portafolio de vías 4G alcanzará niveles de ejecución del 85 por ciento, y 20 proyectos en total estarán en fase de operación y mantenimiento.
Las inversiones en infraestructura –4G, 5G y demás proyectos viales, portuarios y aeroportuarios– constituyen un motor dinámico no solo de empleo y desarrollo regional, sino de las actividades económicas en general. Por cada peso destinado a obras de infraestructura, la economía como un todo devenga más de 2,2 pesos en retorno. Es innegable que el territorio nacional, marcado por una difícil geografía, requiere con urgencia muchas más autopistas y carreteras que conecten las regiones y los mercados. Pero también es justo reconocer que la participación del sector privado en el desarrollo de estas inversiones ha sido crucial y debe mantenerse y fortalecerse.
Caso aparte son las vías terciarias. Este territorio y esos mercados se encuentran hoy profundamente desconectados, en especial en regiones golpeadas por la violencia y las economías ilícitas, ya que la red de más de 140.000 kilómetros de carreteras rurales es insuficiente y solo el 10 por ciento se encuentra en buen estado. La construcción, mejoramiento y mantenimiento de las vías terciarias no solo son vitales para integrar regiones azotadas por el conflicto, también configuran un camino claro al fortalecimiento productivo y económico y la reducción de la pobreza.
No se equivoca el presidente Petro al considerar que el despliegue de un ambicioso plan de carreteras en el campo colombiano y en las zonas apartadas debe ser una prioridad del Estado. Sería beneficioso que los cuantiosos recursos frescos de la recién sancionada reforma tributaria se destinaran, de manera eficaz y técnica, a estas vías terciarias. Pero concluir las vías 4G y avanzar en la consolidación de los proyectos 5G, en simultánea con la conectividad rural, no son metas excluyentes y en cambio una adecuada combinación de ambas tiene un enorme potencial que merece ser gestionado.
Fuente: El Tiempo
Imagen: Tsm noticias