Las malas noticias en este caso vienen del mar, que es un espacio estratégico: por agua transitan hasta el 80% de los bienes mundiales. La guerra ha incrementado el coste marítimo y su repercusión corre el riesgo de prolongar durante un año y medio la actual espiral inflacionista.
El efecto Ucrania existe. Tal como lo mencionaba la Unctad en The impact on trade and development of the war in Ukraine, hubo un repentino repunte de los fletes en los buques que transitan por el mar Negro tras el ataque. Desde los 10.000 dólares diarios (18 de febrero) se llegó hasta los 170.000 (25 de febrero, el día posterior de la invasión), aunque luego los precios se estabilizaron.
Después del impacto de los cuellos de botellas a causa de la pandemia en el 2020, cuando las tarifas en algunas rutas desde Asia llegaron a multiplicarse por diez, el conflicto militar en Ucrania supone el enésimo mazazo para un sector que está muy tensionado. Según fuentes consultadas, las navieras han empezado a aplicar varios recargos sobre los precios oficiales en concepto de guerra, que pueden ir desde 500 hasta los 1.500 por contenedor.
Alex Arnó, director comercial y responsable de Transporte de RibéSalat, explica que los buques que operan en el mar de Azov o el mar Negro ya no son asegurables, porque las empresas reaseguradoras como Lloyd’s no asumen el riesgo de los barcos que operan en una zona bajo ataque bélico.
Sin embargo, “todos aquellas navieras que transitan en zonas cercanas (por ejemplo Rumanía o Turquía), sí que tienen que asumir un coste extra en sus primas, que puede rondar entre el 25 y el 30%”, comenta. Si a esto se le añade el sobreprecio por la subida del combustible (el petróleo está por encima de los 100 dólares el barril con un aumento de más del 10% respecto a antes de la guerra y el diésel está en máximos históricos), la dificultad para encontrar tripulantes (el 14% son rusos o ucranianos) entonces, el incremento final de los fletes al sumar todos los componentes es muy superior y puede llegar hasta el 30 o 40% sobre la tarifa oficial exigida.
“Las navieras se están aprovechando de la situación de incertidumbre a raíz de la guerra de Ucrania y han subido las tarifas con ese pretexto”, denuncia Jordi Espin, secretario general de Transpime y director de relaciones estratégicas del European Shippers Council (ESC).
Espin destaca que dichos aumentos se introducen no solo en los contratos a largo plazo en concepto de eventos sobrevenidos, sino que también se reflejan en los precios spot que se negocian a diario en los mercados.
En su opinión, las recargas son encubiertas, porque no aparecen en los índices oficiales como el Baltic Index. Además, son apreciables también en las tarifas de aquellas rutas marítimas que tampoco transitan lejos de zonas peligrosas. Se genera así un efecto en cascada, porque parte de las mercancías que antes viajaban por tren a través de Ucrania ahora viajan por barco, con lo que los buques ahora van más cargados que antes y hacen pagar su escaso espacio disponible.
En España, la situación es todavía más complicada a raíz del paro de los transportistas. Durante dos semanas, ni entró ni salió ningún contenedor de los puertos españoles, con el resultado de una acumulación extraordinaria en las plataformas de descarga. Hasta hubo necesidad de alquilar espacios para almacenar mercancía. Algunas navieras en las pasadas semanas se saltaron las paradas en los puertos españoles, agravando la escasez de algunos productos. En Valencia, algunos buques tuvieron que esperar tres o cuatro días antes de poder amarrar, porque no había posibilidad de desembarcar sus productos .
¿Qué impacto puede tener esta situación en la inflación? Los estudios dicen que los costes del transporte marítimo suponen el 7,5% del valor de los bienes importados. Es difícil de cuantificar, aunque los operadores creen que a nivel económico “lo peor está por llegar”, porque la cadena de transmisión sobre el crecimiento de los precios al consumo es más lenta que en el caso de un repunte de las materias primas, por ejemplo.
Un reciente estudio esta semana del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha calculado al respecto que “los efectos son persistentes. Tocan su máximo al cabo de un año y duran hasta 18 meses”, señalan los autores. Con lo que, según este modelo, la inflación que está azotando a Europa se prolongará hasta entrados en el 2023 a causa de los efectos retardados de los incrementos de los costes del transporte marítimo.
Fuente: lavanguardia.com
Imagen: lavanguardia.com
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