La administración de Barack Obama hará una apuesta de 4 mil millones de dólares, y 10 años de duración, a favor de los automóviles de siguiente generación. “Los vehículos autónomos abren posibilidades para salvar vidas, mientras ahorran tiempo y combustible”, afirmó el secretario de transporte Anthony Foxx, en una conferencia de prensa en el North American Auto Show de Detroit.
Hora de diseñar el transporte del nuevo siglo
No solamente piense en automóviles; mientras las ciudades evolucionan y sus habitantes cambian de costumbres, los sistemas de transporte tendrán que adaptarse a sus nuevas exigencias y aspiraciones: vivir más cerca del trabajo, adoptar formas más ‘verdes’ y eficientes de moverse, utilizar métodos saludables como la bicicleta.
“En lugar de subsidiar el pasado, deberíamos invertir en el futuro”, afirmó Barack Obama durante su último discurso anual frente al congreso de su país, en el que también resaltó la necesidad de minimizar el uso de combustibles fósiles, “dando trabajo a miles de ciudadanos americanos que construirán un sistema de transporte para el Siglo XXI”.
El reto no es únicamente para los norteamericanos; todos los países del mundo enfrentan el reto de renovar sus sistemas de transporte, que deben mover grandes cantidades de personas en las ciudades, sin abandonar las autopistas que unen esas ciudades con otras.
Las esperanzas de organizaciones que buscan este cambio, como Pirg.org, yacen en el rescate del transporte público, no sólo físico, sino también ideológico y, por supuesto: en la tecnología.
Pero antes de que los vehículos eléctricos y autónomos se tomen las calles, debe ocurrir algo importante: los gobiernos tienen que establecer un marco legal y tributario claro para esta nueva generación de automóviles.
Una inversión en
preparación legal
Cuando Obama dio su discurso, el Departamento de Transporte de Estados Unidos no tenía planes de regular los vehículos autónomos a nivel federal.
Mark Rosekind, director de la Administración Nacional de Seguridad de Tránsito norteamericana, cuyo lema es “Salvar vidas, prevenir heridas y reducir los accidentes de vehículos”, denunció públicamente esta posición, junto con la “colcha de retazos” de leyes estatales que se han creado para regular los primeros vehículos con capacidad de manejo autónomo.
La situación cambió esta semana, cuando la Casa Blanca anunció su plan de invertir $3,9 mil millones de dólares en programas para incentivar el desarrollo de los vehículos autónomos.
La administración de Obama se comprometió a revelar, dentro de seis meses, una ‘normativa estatal modelo’ que puede servir como guía para desarrollar leyes federales de regulación de este tipo de autos.
Colombia y otros países pueden leer una advertencia entre las líneas de la historia norteamericana reciente; la tecnología de los vehículos autónomos va a causar grandes cambios en las carreteras del mundo durante los próximos cinco años, y las opciones son limitadas: prepararse para ella creando un marco legal sólido, o improvisar soluciones de última hora.
Un sueño de ingeniería
Se espera que la reducción de la responsabilidad de los seres humanos tras el volante tenga un impacto muy fuerte en la tasa de accidentes en las carreteras. El impulso que la administración Obama quiere darle a esta tecnología es una excelente noticia para Rosekind y su departamento.
¿Pero cómo impactarán esos 4 mil millones de dólares a los conductores? La inversión de la administración Obama es importante más allá del marco legal, pues también estará orientada a apoyar a empresas que creen “sistemas de vehículos interconectados”. Es decir, la inversión podría derivar en la creación de una red nacional de información a la que los vehículos autónomos puedan conectarse.
Por supuesto, una red de esa clase despierta justificada preocupación por la privacidad de los conductores, pero idealmente podría ser una herramienta definitiva en el manejo del tráfico, especialmente en las ciudades grandes.
Imagine un sistema abierto, que opere por encima de los fabricantes de autos, en manos de las entidades que actualmente regulan el tráfico de las ciudades basados en estadísticas, con semáforos inteligentes como su única herramienta.
Este sistema recibiría información, idealmente anonimizada y segura, por parte de los vehículos en las carreteras, principalmente su procedencia y destino, y podría sugerir una ruta que minimice el tiempo para los ocupantes del vehículo, al tiempo que reduzca el tráfico en toda la ciudad.
Fuente: La Vanguardia
Fotografía: Wikipedia
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