Ad portas de que el vicepresidente Germán Vargas Lleras tome el toro de Uber por los cuernos y reglamente el servicio polémico en todo el país, bien vale la pena llamar la atención sobre lo que representa para la institucionalidad del transporte público colombiano el llamado Uber X, que no es lo mismo del simple Uber prestado por conductores profesionales con mejor calidad. Se trata de una verdadera contribución al caos que viven nuestras subdesarrolladas ciudades, al abrirle la puerta a que cualquier propietario o tenedor de un vehículo privado pueda movilizar personas, desencadenando una guerra por pasajeros en las calles.
Imaginemos por un momento que un taxista promedio (con 10, 15 o 20 años de experiencia de trabajo para una empresa tradicional de taxis en cualquier capital colombiana) decida renunciar para montar un emprendimiento basado en la plataforma que facilita el servicio Uber X. A este taxista lo llamaremos ‘Don Uber X’.
El nuevo emprendedor de transporte público acude a un banco para que le presten $60 millones, con los cuales compra tres vehículos de segunda, de cuatro puertas y en buen estado. Ya con este parque automotor decide contratar a su hermano y a un amigo para explotar sus carros en dos turnos las 24 horas. ‘Don Uber X’ poco a poco se va adueñando de una buena porción del mercado sin pagan impuestos, sin seguridad social para sus trabajadores y sin responsabilidad alguna para con sus usuarios y con la ciudad en donde moviliza sus tres carros.
Con el paso de los años, el emprendimiento de ‘Don Uber X’ se multiplica por miles y estos a su vez crean un fuerte sindicato de ‘uberequis’ que hacen paros en las calles, que taponan las arterias de la ciudad y exigen que el Ministerio de Transporte les chatarrice sus carros particulares, les permita pintarlos de un solo color que los haga visibles en las calles y les entregue las salidas de los aeropuertos, terminales de buses y por qué no, de los centros comerciales. En pocos años se habrá engendrado una nueva fuerza desinstitucionalizadora por la falta de autoridades valientes que sepan qué es lo mejor para sus ciudades.
El boquete, la fisura o la ventana que le pueden abrir los llamados ‘uberequis’ al sistema de transporte público es incalculable pues cualquiera puede sacar a relucir el taxista emprendedor que lleva dentro. Quien no conoce su historia está llamado a repetirla: uno de los huecos financieros más grandes que tienen los sistemas de transporte masivo, tipo Transmilenio, en ciudades como Cali, Barranquilla o Pereira, tiene que ver con el servicio incontrolable de moto-taxismo que no solo sacó usuarios, sino que montó miles y miles de emergentes empresarios dueños de miles de motos puestas al servicio de desempleados. Ojo Dr. Vargas Lleras.
Fuente: La Republica
Fotografía: Wikipedia
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