Si en 2008 se puso tanto esfuerzo en salvar la banca, quizá ahora los países podrían poner empeño en salvar el planeta”, dijo Laurence Tubiana, exdiplomática francesa que desempeñó un papel destacado como arquitecta del Acuerdo de París / EFE
Crisis y Revolución Digital. Mientras el mundo asiste atónito al avance del coronavirus, que paraliza países y genera escenarios que parecen sacados de la ciencia-ficción, hay expertos que, con prudencia, buscan también aspectos positivos que podrían surgir una vez superada la crisis.
El agua cristalina vuelve a correr por los canales de Venecia tras décadas de polución por la congestión turística, la contaminación del aire cae en grandes ciudades como París, Milán o Madrid y los satélites constatan una reducción de las emisiones de CO2 en las zonas donde la actividad productiva se ha frenado drásticamente.
Mientras el mundo asiste atónito al avance del coronavirus, que paraliza países y genera escenarios que parecen sacados de la ciencia-ficción, hay expertos que, con prudencia, buscan también aspectos positivos que podrían surgir una vez superada esta grave crisis sanitaria y económica global, especialmente en áreas medioambientales y tecnológicas.
Laurence Tubiana, exdiplomática francesa que desempeñó un papel destacado como arquitecta del Acuerdo de París y ahora dirige la Fundación Europea por el Clima, dice ser consciente del “sentido de la gravedad” de la crisis del COVID-19, que demuestra “cuánto dependemos unos de otros” en lo económico o lo sanitario.
Los virus no respetan las fronteras, el cambio climático tampoco
“Los virus no respetan las fronteras, el cambio climático tampoco (…). Si no resolvemos la crisis climática, ocurrirá lo mismo”, explica a través de videoconferencia Tubiana, quien cree que estamos “en un momento crucial para acelerar” la transición ecológica.
En concreto, ahora que “todo el mundo está pensando en inyectar liquidez y rescatar potencialmente a algunas entidades”, considera que “es un buen momento de apoyar a la industria de la automoción bajo la condición de que aceleren la electrificación del transporte”, y también aboga por crear “una diplomacia europea del Pacto Verde” que contribuya a evitar que la crisis acarree “guerras comerciales y nacionalismos”.
“Si en 2008 se puso tanto esfuerzo en salvar la banca, quizá ahora los países podrían poner empeño en salvar el planeta”, agrega.
También parece que este test de estrés global brinda enormes posibilidades a tecnologías que ya estaban implantándose, no solo por el impulso que puede suponer el teletrabajo y la consiguiente reducción de los desplazamientos y la contaminación que la movilidad genera.
La crisis global por el coronavirus impacta en el desarrollo tecnológico
El responsable para Europa de la tecnológica china Huawei, Abraham Liu, va aún más lejos en el posible impacto del coronavirus en el desarrollo tecnológico, y subraya la importancia de “no dejar a nadie atrás” en ese tránsito.
“Las nuevas tecnologías están ahí para desempeñar un papel en la creación de riqueza y valor nuevamente, para todos. Podríamos buscar nuevos modelos de negocios e incluso nuevas formas de administrar nuestras economías”, explica a Efe el responsable de Huawei, empresa proveedora de 5G, entre otras tecnologías, que recientemente anunció la apertura en Francia de su primera planta en territorio europeo.
Liu atisba también oportunidades en el ámbito de la inteligencia artificial (IA) y augura que, más allá de la importancia que ya le consagra el sector tecnológico, el “próximo año será cuando sus aplicaciones comenzarán a ser reconocidas por otros sectores de la industria y el público en general” porque “su potencial para ayudar con situaciones como la que estamos pasando ahora es inmenso”.
El potencial de la Inteligencia Artificial en el nuevo escenario que se avecina
“Puede ayudar a la atención médica remota de muchas maneras, como a través de diagnósticos y consultas remotas. El diagnóstico asistido por IA es 6 veces más rápido”, comenta.
El directivo de Huawei replica la proyección de esa mayor eficiencia tecnológica en los centros de atención telefónica para la atención médica y a otros ámbitos de la salud.
“La IA puede ayudar a los cirujanos y médicos expertos a realizar operaciones a miles de kilómetros de distancia del paciente mediante el uso de la robótica y la conectividad. Puede ayudar con una detección de drogas mucho más rápida que conduce a una producción más rápida de vacunas y tratamientos que salvan vidas”, dice.
Ese impulso podría redundar más allá del sector de la salud: modernización de la producción agroalimentaria, fábricas con donde la Inteligencia Artificial y la robótica mejoren la logística y la producción o una gestión inteligente de la movilidad y el tráfico que permita evitar que después de superar la crisis de nuevo se dispare el CO2 y la contaminación del aire, entre otros ejemplos.
También puede ser el momento del desarrollo del “big data”
Pero incluso en los escenarios más positivos, ese tipo de avances, así como la respuesta a la pandemia a través de test masivos y “big data” que parece estar funcionando en los casos de Corea del Sur o Singapur, implican también nuevos desafíos.
“Hemos tendido a ser cuidadosos con la digitalización para tratar de garantizar que también podamos proteger las libertades individuales, y es poco probable que algunas de las soluciones que se usan actualmente, por ejemplo, en China, se adopten en Europa”, apunta la analista del Centro de Política Europea Annika Hedberg.
Por su parte, el filósofo belga Philippe Van Parijs, especialista en economía política y prolífico autor de ensayo, considera que “una vez que la recopilación y el procesamiento de grandes datos, como la geolocalización universal, sean lo suficientemente efectivos y baratos, será irresponsable que los gobiernos no intenten utilizarlos con fines legítimos”.
“El desafío, por lo tanto, no es proteger la privacidad a cualquier precio, sino restringir (técnica, jurídica y políticamente) los usos que los gobiernos (y otras organizaciones) pueden hacer de los datos que recopilan y procesan”, sostiene.
Fuente: El Espectador
Imagen: Archivo El Espectador
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