El presidente Santos ha decidido relanzar su segundo período bajo los postulados de la Tercera Vía, una doctrina desarrollada por el sociólogo ingles Anthony Giddens que sirvió de plataforma ideológica a varios gobiernos en Europa y América, como una forma de encontrar un punto medio entre la tensión Estado – mercado que caracterizó la irrupción de las políticas neoliberales en el siglo pasado, pero también como una forma de buscar una alternativa a la vieja dicotomía entre derecha e izquierda, y entre nosotros al uribismo y al castrochavismo.
Uno de los postulados de la Tercera Vía indica que es necesario el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario, una simplificación de la discusión teórica sobre los límites del Estado y las posibilidades del mercado en una sociedad que, como la colombiana, precisa más de Estado, especialmente en aquellas regiones donde un escenario de posconflicto lo requiere, pero también en esa cantidad de municipios donde, en estricto sentido, mercado como tal no existe, a juzgar por la proporción de recursos propios derivados del impuesto de industria y comercio.
Asumir que Estado y mercado son entidades intercambiables es un error de fondo de esta teoría. Es pretender que las sociedades viven o bien de Estado, y entonces nos acercaríamos a los regímenes socialistas donde la economía está estatalizada, o bien de mercado donde no hay ningún poder de regulación. El Estado es el orden político institucionalizado, y el mercado se asimila a relaciones de producción, comercio y consumo, ficciones sociales que pueden convivir, especialmente en regímenes democráticos.
La teoría económica de la Tercera Vía apunta a señalar que al mercado le corresponde el crecimiento de la economía y al Estado la redistribución de la riqueza, lo cual parece estar en la idea de Santos, ahora que se supone se ha llegado a una tasa de crecimiento de la economía que ya algunos economistas consideran estructural y de largo plazo.
Pero la discusión sobre si más o menos Estado o mercado en Colombia es distinta. ¿Cuánto de mercado tenemos en estricto sentido? Sería necesario revisar cuántos de algunos sectores como el financiero, el de telecomunicaciones, el de transporte aéreo o el ganadero, entre otros, operan en condiciones de mercado o bajo un proteccionismo estatal que les permite conservar unos monopolios afectando la calidad de los bienes y servicios y el precio final a los usuarios.
Así mismo, habría que pensar en cuanto de ese Estado no está capturado por distintos actores, como se pudo ver con la Dian a propósito de la salida de Ortega, o lo que ha pasado en la Dirección de Estupefacientes, las Corporaciones Autónomas Regionales y una cantidad de institutos descentralizados que son el botín de redes políticas regionales que poco les interesa un Estado produciendo bienes públicos de calidad.
Si el presidente Santos está genuinamente interesado en hacer de su segundo mandato un gobierno de crecimiento con equidad, como en la vieja fórmula cepalina, debe empezar por construir el próximo plan de desarrollo con esas directrices de política y emprender una reforma a fondo del Estado, nacional y descentralizado, que permita las condiciones para el tránsito de una economía rentista a una verdadera economía de mercado donde la riqueza fluya hacia arriba y hacia abajo, especialmente incorporando al aparato productivo a vastos sectores de la población con agresivas políticas de educación y apoyo a la ciencia y tecnología.
Lo demás es milonga.
Fuente: El Espectador
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