Y se manifiesta en incontables huelgas y protestas a lo largo del mundo por parte de ciudadanos inconformes con lo que tienen que pagar por subirse al autobús todas las mañanas para ir al trabajo o al estudio.
Los activistas brasileños, a través de su Movimiento Pase Libre, y muchas otras organizaciones en distintas naciones del mundo reclaman que el transporte público sea gratuito, como lo es la educación primaria o la atención médica en muchos otros países.
Pero a estos activistas se contraponen otros que advierten que lo que puede sonar como una idea buena y justa, no necesariamente lo es tanto.
En Estonia sale gratis
Ofrecer transporte público sin costo al pasajero no es una idea que sale del vacío. Se ha intentado en el pasado en grandes capitales, como Roma en la década de 1970.
En Miami es gratuito un tren elevado que cubre la zona central de la ciudad y una flotilla de trolleys públicos.
Y ciudades de muchos países, desde Londres a Bogotá, extienden pases gratuitos a ciertos grupos de la población como los estudiantes o los jubilados.
Los beneficios son claros. Se le alivia la carga financiera a las personas de bajos recursos que gastan una parte importante de su sueldo en el pasaje del autobús.
Y se promueve una forma de transporte mucho más ambientalmente sostenible que el auto particular.
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